La producción de artículos en serie ha sido una fuente inagotable de prosperidad para la humanidad, aunque existen señales que hacen sospechar que este modelo productivo y económico puede haber alcanzado su cenit. Una vez que el ser humano supera su natural estado de carestia material y consigue una abundancia de bienes materiales, empiezan a aparecer nuevos apetitos que nos hacen olvidar los anteriores.
El problema no es nuevo, durante el siglo XX, la gran mayor parte las crisis económicas en el mundo desarrollado, se han debido más a la sobreproducción que a la falta de bienes. Aunque por alguna extraña paradoja, la sobreproducción a la postre conduce a la carestía. En un mercado saturado de bienes y servicios, el marketing se convirtió un elemento clave a la hora de convencer a los consumidores sobre que producto escoger, en un mercado donde comenzaba a haber escasez de clientes y excesiva abundancia de productos. La gente comenzó a no querer llevar la misma ropa que su compañero de trabajo, a desear un coche mejor que el de su vecino. En definitivo a intentar reafirmarse más como individuos, frente a un entramado económico-social, que nos exige muchas veces renunciar a nosotros mismos. Pero la tecnología siempre está ahí para cambiar las cosas y de ese germen ha surgido un nuevo paradigma económico.
Todo comenzó por la información
Si hay un sector que ejemplifique la masificación, ese es el de la cultura, con la televisión como máximo estandarte. Hasta que llegó internet y con él, el video en flash y más tarde youtube.com. De golpe y porrazo, tuvimos la oportunidad de acceder a miles de millones de videos, sin tener que tragarnos lo que la programacion del día nos ofreciera, se abrió la posibilidad de escoger lo que queríamos ver, en el momento y lugar. Hoy de nuevo un avance tecnológico ha hecho que la posibilidades de personalización y elección trasciendan el etéreo mundo de la información hasta el físico mundo de los bienes materiales.
La impresión en 3D
La impresión en 3D nos permite crear objetos en base a modelos digitales mediante distintas técnicas y con distintos materiales. Esto abre un mundo infinito de posibilidades, la tecnología aunque desarrollada está todavía en ciernes. Todo apunta a que una vez consolidada, supondrá un impacto en el mundo, similar al que Internet ha tenido en nuestras vidas, descentralizando el control de la información y otorgando mayor libertad a los usuarios.
La principal ventaja que nos aporta el poder crear objetos bajo demanda es que ya no tenemos que contentarnos con lo que nos ofrezcan el mercado. ¿No le ha pasado nunca que a pesar de haber visitado innumerables comercios para comprar un producto no ha encontrado ninguna que le guste? Si usted tiene una idea aproximada de cómo quiere que sea la lampara, cenicero o llavero siempre puede modelarlo usted mismo e imprimirlo. Si no tiene ni idea de como hacerlo, puede contratar a un diseñador y luego imprimirlo, no será tan barato como una silla del Ikea, aunque por otro lado, será su propio producto.
¿El fin de la deslocalización industrial?
Todavía es pronto para poder preveer cual será el impacto de esta nueva tecnología en nuestra sociedad, pero si este tipo de productos tiende a ganar cada vez más aceptación entre los consumidores (y por ahora están causando furor entre los early adopters) todo parece indicar que las grandes series de producción basadas en el volumén y en los bajos costes de mano de obra, perderán couta de mercado. Al ser una producción totalmente robotizada, cuanto más cerca esten los centros productivos de los consumidores finales más baratos serán a la postre. Será similar el precio de una impresora 3d en España que en China y por lo tanto tendrá poco sentido el enviar un producto de este tipo desde Shanghai a Barcelona, tardará más en llegar y tendrá mas costes de distribución. Todo parece indicar que una nueva revolución ha llegado. Lo que está claro es que la impresión en 3D es un industria en ciernes con un futuro prometedor que generará innumerables oportunidades de negocio.