¿Acaso importa la coyuntura económica?

La coyuntura económica, ese impreciso y abstracto concepto que sintetiza el  estado concreto de la actividad pecuniaria en todo el planeto, está de moda.  Se ha convertido en una nueva fuerza invisible que al igual que la ira de Zeus o la gravedad, ejerce una ineludible influencia en nuestras vidas, convirtiéndonos en meras gotas de agua arrastradas por la corriente.

Hace cinco años, cuando la economía estaba mucho más enferma, nadie sabía que era la prima de riesgo. Hoy es tema de conversación hasta en panaderías y mercados. Dedicamos mucha energía mental a pensar sobre la situación económica general. Algo que puede estar bien como pasatiempo pero que carece de cualquier utilidad práctica.

La pensar sobre la economía en tiempos de crisis es una fuente inagotable de  frustración, decepción e impotencia y lo que es más importante, una pérdida  de capacidad para regir nuestro propio destino. Esa sensación de que una parte  importante de nuestro bienestar depende de cuestiones que quedan totalmente fuera de nuestro alcance no hace renunciar a ser dueños de una parte de nuestro propio destino.

Es cierto que nuestra vida se haya influida por innumerables factores que no controlamos, pero  no es menos cierto que todos contamos con un cerebro y una voluntad que nos permite evitarlos, adaptarnos e incluso aprovecharlos en nuestro propio beneficio. Tanto si son reales como imaginados.

Algunas verdades sobre la coyuntura y la economía

La economía no es una ciencia, es simplemente una disciplina académica convertida en herramienta de relaciones públicas. Hoy en día se ha convertido en una sofisticada herramienta de generación de opinión encaminada a persuadir al público de la conveniencia de determinadas políticas con un importante sesgo ideológico.

La economía ha sido presentada como una ciencia que obtiene una solución única a un determinado problema. Y esto simplemente es mentira, en los problemas económicos se componen de consideraciones de orden moral, cultural, sentimental y personal principalmente. Esto hace imposible  la aplicación de las matemáticas o  de la mera  lógica formal para su resolución.  Para encajar instinto con aritmética, la «ciencia económica» ha reducido el amplio espectro de la conducta humana a unos pocos supuestos, apenas capaces de representar a una parte amplia del conjunto. Por eso un mono lanzando dardos tiene mayor capacidad predictiva a la hora de seleccionar valores en bolsa que algunos de los mejores fondos de inversión.

Por otro lado la coyuntura económica  se compone del conjunto de circunstancias contingentes y cambiantes  que determinan la situación  actual. Dicho conjunto es casi por definición imposible de registrar y mucho menos de cuantificar, condición indispensable para poder diseñar un modelo matemático que lo refleje. Aun el caso de que esto fuera capaz, dado que el resultado que pretendemos obtener de dicho modelo, es un concepto totalmente subjetivo, la ponderación de las variables que componen dicho modelo sería un proceso totalmente arbitrario e influido para las percepciones de los individuos que lo realicen. Vamos que la coyuntura económica al igual que el sentir popular y otros tantos conceptos ideados para influir en nosotros son meras formas de mamporrerismo mental.
%%anc%%

Durante todos esto años de crisis ha habido empresas e individuos que han  mejorado su situación, la pregunta que deberíamos hacernos por tanto es: si ellos lo han conseguido ¿Por qué no puede yo?

zp8497586rq