La nube se esfuma… ¿otra campaña de relaciones públicas que no ha cambiado el mundo?

Las nubes son masas visibles de gotas de aguas microscópicas suspendidas en el aire, que por naturalezas son inestables y efímeras. Teniendo en cuenta sus principales características, cada vez me cuesta más comprender al «figura» que tuvo la genial idea de utilizarlo como denominador sistema de almacenamiento virtual basado en servidores propiedad de un tercero, en vez de unidades de almacenamiento locales insertadas en los correspondientes equipos. Porque si, las nubes no evocan ligereza, pero también falta de solidez y perduración. No suena nada seguro eso de almacenar en una nube.

En una anterior serie de artículos (La Nube I y La Nube II) tratamos de mostrar los que se escondía detrás de esta nueva guerra conceptual y cuál era la razón última que impulsaba la masiva y  transversal operación  cuyo objetivo último es favorecer un cambio de paradigma en cuanto al almacenamiento de información se refiere para consumidores y empresas. Todo consiste en una brutal campaña de RR.PP,  en la que los proveedores de servicios de internet tipo Google o Amazon quieren expandir su poder y ámbito de actuación. Intereses por supuesto, totalmente legítimos.

El máximo exponente de todo este nuevo movimiento son sin duda los Chromebooks. Una nueva raza de portátiles sin prácticamente disco duro y con un sistema operativo cuya interfaz gráfica está basada en el navegador Google Chrome.  Aunque  no ha sido el fracaso más sonado de los de Mountain View, si que ha sido a mi juicio el más estrepitoso por encima incluso de Google Wave, ya que esta es sin duda la propuesta más original de Google hasta la hasta la aparición de las famosas gafas.

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Y es que no está nada mal eso de tener documentos en la nube, pero almacenar toda nuestra información ahí… no lo sé, tal vez me esté volviendo viejo, no lo acabo de ver. A pesar del aumento de la velocidad en las conexiones, las unidades de almacenamiento interno han aumentado su rapidez y capacidad también, gracias al progresivo abandono de los soportes ópticos y mécanicos por memorias tipo flash  . Cada vez se trabaja con archivos más pesados y la conexiones todavía no han alcanzado su punto óptimo (¿has probado a descargarte una película de HD en tu móvil?).

Por mucho que se empeñen, la seguridad siempre estará en tela de juicio. Me sigue pareciendo mucho más fácil hackear una cuenta de Google o Outlook que acceder a un equipo privado. Todo ello sin mencionar la “angustia” que genera  el no ser propietario del soporte físico que contiene todos nuestros archivos.

Las empresas no compran ni nubes ni humo

Si en algún sitio no ha calado el mensaje de la nube, ese ha sido en el mercado corporativo. Personalmente no he conocido ninguna empresa que haya trasladado sus datos a un servidor en la nube propiedad de un ISP. Me han llegado referencias a través de terceros de alguna  pequeña compañía. Pero en las contadas ocasiones en que esto se da, son pequeñas empresas que por cuestiones de presupuesto o falta de personal IT, no pueden afrontar los costes que supone disponer de una infraestructura en condiciones.

Según un reciente informe de IBM, la nube ha dejado de ser una prioridad para los directores de IT. No nos extraña, un CIO tiene a su cargo muchas responsabilidades. Una de ellas es estar atento a las nuevas tecnologías que continuamente emergen en el mercado. Esto no quiere decir que tenga que salir corriendo detrás de cada perdiz que se divisa a lo lejos en el monte.

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Los criterios de compra de las organizaciones suelen ser primordialmente racionales (al menos eso queremos creer) y para cambiar la estrategia tecnológica de una empresa se necesita algo más que promesas de ligereza y música celestial. Un cambio de paradigma implica que tiene haber ventajas sustanciales que justifiquen tamaño esfuerzo.  Los compradores de humo duran muy poco en esta salvaje jungla.

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